8 de noviembre de 2008

Los besos


Debiera ser una blasfemia olvidar un beso como el que describes, y más aún si tú sí lo recuerdas... ¿Cómo purificarme de una pena tan grave?
Aquel día, al despedirte me sembraste una incógnita: ¿hubo o no un beso en la boca? A ratos pensaba haberlo imaginado, en otros lo sentía aún presente sobre mis labios. Tanta fue mi sorpresa, tanta la emoción cosechada.
Estos besos tuyos -¿o nuestros?- son como un fuerte embrujo. Si así nos vamos a saludar y a despedir siempre, que ganas de verte todos los días, todos los instantes...
Ahora este otro beso en la boca desprendió la pócima para quedarse flotando a la orilla de mis pensamientos, en el centro de un sueño... Fue una semana intensa, entre el desazón y el deseo. No pensarte era como una penitencia auto impuesta, en espera de contar con un medio de condonar la deuda contraída por el olvido.
¿A qué te sabe el beso que ahora va de regreso, directo hacia tu boca, con la loca misión de no quedarse ahí sino de navegarte? Quisiera un mapa de tus zonas de éxtasis... Permíteme sonrojarme con lo que en este momento la imaginación me regala...

2 comentarios:

EKO dijo...

Martha, gracias por ofrecernos un espacio de erotismo y sensualidad. Los besos son una indiscreción, con los labios acariciamos los labios y de allí los dejamos resbalarse al rostro, al cuellos, los hombros, los pezones, el vientre, el pubis, hasta los pies... Los dedos.

Martha, la de siempre dijo...

¡Mi querido Eko!
Que honor que hayas leído mis escritos y te gusten, cuando yo he sido admiradora tuya desde que vi por vez primera tu trabajo en Sábado. Podía conseguir el suplemento sólo por ver a Denisse!
Me he prometido ser constante y desde ahora te dedico la siguiente entrada que incluya.
Gracias!!