La lluvia sacraliza los deseos... Se desliza por la piel sin miramientos, provocativamente, sin protocolos e imponiendo audacia. Nos hace tiritar con sus caricias húmedas... Vulnera nuestro cuerpo: navega sus misterios, recorre hondanadas y salientes.
Gota a gota se avivan los deseos... La ropa se contagia de piel, adquiere otras texturas y se acopla mejor a los perfiles. El calor se desprende de los cuerpos, las miradas se excitan, las palabras carecen de sentido. La lluvia prosigue en su insistencia, fiel al candente recorrido que la anima. Los ojos miran visiones trascendidas: es el agua cristal que desdibuja paisajes exteriores para incitar la intimidad del sueño.
Late mi pulso, es río hirviente la sangre que te anhela...