22 de enero de 2009

Pornografía


Buscando el canal de siempre u otro cualquiera, qué más da, tope con uno porno, tan burdo, tan impuesto, que retuvo mi atención por algunos momentos... ¿Cómo pueden ofrendar sus cuerpos sin sumergirse mutuamente en las miradas? ¿Por qué la fusión de nuestro abrazo se traduce en ellos en una acrobacia insulsa? ¿Creerán que haciendo muecas avivan los deseos? Parecían maniquíes articulados saciando una sed falsa... ¡Que alejados del rito corporal que deviene en formas infinitas del encuentro! Su piel no vibraba como la mía cuando susurras apenas la caricia, sus ombligos carecían del imán que me une al tuyo, sus poses como estigmas no producían el misterio infinito que soplas en silencio por mi oído... No es el brillo del reflector, es que la muerte les ha invadido sin saberlo...

2 comentarios:

EKO dijo...

Esa es precisamente la ausencia que causa entregarse totalmente. La pornografía está presente en nuestros actos contínuamente, en nuestros pensamientos, en nuestros sueños. Es un rezo constante al Dios genital. ¿Dije genital? Quise decir genial ¿en qué estaría pensando?

Ana María - Penélope dijo...

Me gusta tu prosa, precisa, diciendo cosas con gran profundidad, sensible.
De maravilla me fue en la visita,
volveré.
Penélope