28 de enero de 2009

Candente


Recuerdo la primera vez que vi tu huella en la arena.
Diamantina de luz titilaba a tu paso.
Las ondas de sol creaban un espectro que te difuminaba...
Más de una vez te creí un espejismo y extasiada te seguí.
La mar sazonaba el ambiente y un gusto a sal atizaba el fuego de mi boca.
...Candente...

En medio de un suspiro alcancé a tocar tu pecho desnudo, virilidad expuesta, afrodisíaca...
Tus ojos adquirían tonalidades de arcoiris y el enigma que te envolvía marcaba sus propios surcos.
Mi deseo temblaba bajo el sol abrasante.
...Candente...

Extendiste tu brazo y a tu contacto estallaron las chispas de un incendio.
Me envolviste en tu cuerpo y desaparecí del mundo para entregarme tuya...
El agua ancestral resultó nuestro cobijo.
Vi partir sin pudor las prendas diminutas y todo obstáculo vencido.

...Candente...

Me hice agua, me diluí en tus poros y aún conservas sabor a mi en los trazos profundos de tu boca.

1 comentario:

EKO dijo...

"Me envolviste en tu cuerpo y desaparecí del mundo para entregarme tuya..." Si existiera la anatomía del deseo, esta sería la más exacta. Es el retrato taxonómico de la disolución del Ser de la que tanto habla el Divino Marquéz.