Esta tarde olvidé una palabra. No importa cuál, no la recuperaré nunca. Me miré angustiada en el espejo tratando que saliera de mi boca, y así fue como me perdí aún más en el túnel profundo de mis ojos...
Fue una chispa de tiempo, una alucinación apenas, pero bastó para quebrantar mi espíritu... Si mis recuerdos se desmoronan un día y mis pensamientos se transforman en páginas blancas y quietas de emociones, ¿cómo aseguro no perderte y no perderme sin ti?
Cierro los ojos, me acuesto de nuevo en el lecho hace unas horas compartido y me enredo en tu aroma vuelto seda intensa y resbaladiza... Aspiro para que cada una de mis células se conmocione con tu esencia.
Recorro las huellas que ha dejado tu cuerpo en la convulsión de la entrega, en la calma post-amatoria, en el sueño... Busco imprimir tus formas en mi cuerpo: tus manos en mis senos, tus piernas aferradas a mis muslos, mis manos que recorren lo mismo tu pecho que la espalda... Mi oído vibra como si tu lengua lo visitará nuevamente, revienta de excitaciones mi entrepierna... Puedo sentir el cosquilleo que producen los dedos finos de tus pies cuando me rozan, la impetuosa serenidad con que me abrazas, el vigor dulce de tu pene en mí, la calidez de mi voz hablándole a tu ombligo...
Exhalo, y en cada inhalación voy absorbiéndote a pedazos, llenándome de ti de las formas más inasibles e íntimas. Así, si un día la memoria se fragiliza y me enfrenta a un entorno extraño, mi cuerpo gritara sin recato tu nombre y me conducirá sin vacilación a ti...
Que afrodisíaca idea que asusta-excita: correr sin desmesura hacia un desconocido, sin saber entonces que eres tú...