25 de febrero de 2009

Tristeza


Hoy tengo ojos de agua, cuerpo lánguido, silencios internos y vacíos cuyo fondo no alcanzo a tocar. Quiero que me tomes con fuerza y sacudas la desgana que me gana, que lamas mis entrañas hasta que no quede rastro de pesar. Rásgame la piel, hazla jirones, que escurra hasta la última gota de dolor... ¡y que entre el aire!
Que se ventilen las ideas, que fluya el desánimo, que logre secar el llanto... Tómame a saciar, hasta que desfallezca esta versión mía que se arrastra y diluye por las rendijas. Siento una desazón que me carcome: ¡encuéntrala, muérdela, acábatela a besos! Lléname de mariposas el pecho, diles que acaben con los bichos que me arrugan el ceño, me jalan los ojos y hurtan todas las lágrimas que llevo desde que te conozco y fui feliz. Ante todo, preserva mi corazón: sácalo y guárdalo, puede que sea lo único que conserves. Me rebasa el cansancio de la espera de esa promesa vana que no llega a cumplirse. Arráncame de mi, re-invéntame en otra piel, afíname en otros huesos menos porosos y frágiles por las incertidumbres. Ábreme y llévate lo poco que encuentres: me consume la nada, hoy soy Nada.

10 de febrero de 2009

Memoria


Esta tarde olvidé una palabra. No importa cuál, no la recuperaré nunca. Me miré angustiada en el espejo tratando que saliera de mi boca, y así fue como me perdí aún más en el túnel profundo de mis ojos...
Fue una chispa de tiempo, una alucinación apenas, pero bastó para quebrantar mi espíritu... Si mis recuerdos se desmoronan un día y mis pensamientos se transforman en páginas blancas y quietas de emociones, ¿cómo aseguro no perderte y no perderme sin ti?
Cierro los ojos, me acuesto de nuevo en el lecho hace unas horas compartido y me enredo en tu aroma vuelto seda intensa y resbaladiza... Aspiro para que cada una de mis células se conmocione con tu esencia.
Recorro las huellas que ha dejado tu cuerpo en la convulsión de la entrega, en la calma post-amatoria, en el sueño... Busco imprimir tus formas en mi cuerpo: tus manos en mis senos, tus piernas aferradas a mis muslos, mis manos que recorren lo mismo tu pecho que la espalda... Mi oído vibra como si tu lengua lo visitará nuevamente, revienta de excitaciones mi entrepierna... Puedo sentir el cosquilleo que producen los dedos finos de tus pies cuando me rozan, la impetuosa serenidad con que me abrazas, el vigor dulce de tu pene en mí, la calidez de mi voz hablándole a tu ombligo...
Exhalo, y en cada inhalación voy absorbiéndote a pedazos, llenándome de ti de las formas más inasibles e íntimas. Así, si un día la memoria se fragiliza y me enfrenta a un entorno extraño, mi cuerpo gritara sin recato tu nombre y me conducirá sin vacilación a ti...
Que afrodisíaca idea que asusta-excita: correr sin desmesura hacia un desconocido, sin saber entonces que eres tú...